La niña perdida~. [Kud+Momo+Libre~]

Sonreí y me crucé de brazos, apoyándome en el respaldo.
- Es raro, sí... - dije pensativa.
Me estiro un poco en el asiento.
- Hmm... No creo que esté bien que te quedes con Yuzuku... Riki se veía emocionado por estar con ella... - dije mirando al cielo, sonriente.

Me apené.
- ¡Nadie es padre de nadie aquí! - me quejé -. Tomaré un empleo y le pediré a mi padre que me consiga un departamento. Cuando alguno de mis hermanos vuelva de su casa para visitarnos, les entregaré a Yuzuku... - dije con tristeza, pero disimulándolo.

Fruncí el entrecejo.
- ¡Y-Yo no quiero conservar a la niña...! ¿Para qué, pues? Si después de todo, tengo que concentrarme en mis estudios... Podré pensar en tener hijos una vez que los termine, me case y esté estable económicamente - dije cruzándome de brazos.

Lo miro extrañada.
- ¿Con quién hablas?... .-.

Me inquieté más y me alejé un poco.
- Ahhh... ya... Entiendo... - repliqué, dándole poca credibilidad.

Me acerco mirándole a los ojos.
- Quizás tú seas el raro~ - bromeo sonriendo -. Maa... quizás debas ver un demonólogo o algo por el estilo... Si oyes voces, entre otras muchas cosas, puede ser que sea porque compartes tu cuerpo con alguna otra alma errante. ¿Has tenido algún letargo prolongado? Es cuando los espíritus más tienden a poseer un cuerpo~ - le explico confiándole lo poco que sabía del tema.

Alcé una ceja.
- ¿Cuándo despertaste? - me limité a preguntar, algo seria.

Negué levemente.
- Nai, nai. Betsuni~ - dije mirando hacia otro lado, distraída -. Recordé que tengo algo que hacer. Ya nos estaremos viendo... - dije mirando al cielo.
Se estaba poniendo oscuro, y era peligroso... Pero no me importaba realmente.

Negué.
- No me pasará nada... Y después de todo, no estaré por las calles - le dije, dejándole a entender que sabía de lo que hablaba.

- ¡Adiós~! - le saludé mientras me iba.
Caminé abrazando mi cuerpo, ya que empezaba a hacer frío. No había caminado demasiado cuando me cruzo con un perro negro bastante grande que me mira fijamente... tenía ojos amarillos. Lo miré extrañada. Gruñó un poco y se alejó sin apartar la vista de mí.
- Vaya... Parece que no seré bienvenida... - murmuré, siguiendo al perro.

El perro se detuvo en un lugar donde no había demasiada luz. Lo miré entrecerrando los ojos por la falta de luz. El cuerpo del perro tenía convulsiones.
- Lo sabía... - murmuré -. ¿Por qué no te muestras de una vez? - dije cruzándome de brazos y ladeando la cabeza con desdén.
El perro seguía convulsionando.

Volteé y miré a Ryuubakugan.
- He dicho que te muestres. ¿O acaso a la distancia no escuchas? - pregunto y me acerco al perro, extendiendo una mano hacia él -. ¿Por qué estabas siguiéndome? - pregunté al muchacho, sin apartar la vista del perro.